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martes, 31 de marzo de 2020

LA REVISTA EL OJO CRÍTICO



¿Cuántos años llevas con El Ojo Crítico, Manuel?

-Me da hasta vergüenza. El pasado mes de Diciembre se cumplieron 27 años de la publicación del primer número de El Ojo Crítico. Ya vamos a por el 28, que se dice pronto. Hay que ser muy friki para llevar 28 años publicando un fanzine gratuito, a fotocopias, sobre temas de misterio. Pero bueno, ahí está, vamos por el número 91 que es el que estamos preparando ahora.

-Pero fíjate, Manuel, sigues publicándolo, sigues haciéndolo, sigue siendo gratuito y ¿Qué es lo que te mueve? ¿Cuál es la gasolina que digamos que hace que Manuel Carballal no se canse de esto y que siga mostrando esa pasión?

-Pues mira, os voy a ser supersincero. Cuando nació El Ojo Crítico, en 1992, yo era un crio… Claro, ahora es todo muy fácil,. Ahora puedes acceder a todas las publicaciones especializadas de los temas a través de Internet. Están todas digitalizadas, todas tienen página web, puedes acceder a los artículos. Pero en el año 92, poder acceder a un ejemplar de la Flying Saucer Review británica, o de la revista UFO, o de los boletines de la MUFON,  o del NICAP, o de la APRO de EEUU, o del Giornale dei Misteri de Italia, o de la Lumières dans la Nuit en Francia, era más difícil que ver a la Virgen de Fátima. O sea, aquello era un milagro. Porque tenían precios privativos. Para los que éramos estudiantes era imposible comprar una revista de esas extranjeras con los gastos de envío y demás. Entonces todos nosotros: Javier Sierra, Bruño Cardeñosa, Josep Guijarro, Vicente Moros, Pedro Canto, Carlos Fernández, Moisés Garrido y todos los de mi generación, empezamos a editar nuestros pequeños fanzines. Esas pequeñas revistas fotocopiadas y grapadas a mano. De hecho muchas veces me lo recuerda Manuel Berrocal. Él siempre me dice, como médico que tiene mi ADN, porque muchos de los ejemplares de El Ojo Crítico, llegaban literalmente con mi sangre. Porque, como al graparlos te pinchabas con la grapa, iban literalmente con tu ADN. Esto es así. Entonces empezamos a sacar estas revistas, yo lo confieso, mea culpa, porque teníamos la esperanza de que si se las enviábamos a las publicaciones extranjeras, aceptasen un intercambio. Y de hecho reconozco con orgullo que tengo un motón, bueno prácticamente toda la colección del Giornali dei Misteri o de la Lumières dans la Nuit y otras revistas, porque aceptaban que a la vez que yo les enviaba un ejemplar de El Ojo Crítico ellos me enviaban un ejemplar de su revista. Ya ves que el origen es muy poco romántico y es absolutamente interesado. Pero con el paso de los años, como El Ojo Crítico se fue definiendo como una publicación más escéptica, que se ocupaba un poco del lado digamos menos amable del mundo del misterio, nos fuimos especializando en fraudes, en estafas, en los casos más incómodos del mundo de las anomalías, poco a poco fueron sumándose colaboradores que nos mandaban trabajos que no podían publicar en las revistas comerciales. Porque a los aficionados al mundo del misterio no les interesa la verdad. A la inmensa mayoría de los aficionados a estos temas les interesa pasar miedo, el tema del suspense, reafirmar sus prejuicios o sus creencias apriorísticas sobre la vida después de la muerte o sobre las visitas extraterrestres. Y El Ojo Crítico, no va por esa línea… Antes existían un montón de lo que llamamos revistas técnicas.  Como Psi-Comunicación, o como los cuadernos de Hypergea, o como Papers d´OVNIs, que eran revistas críticas. Revistas más técnicas que iban dirigidas a los investigadores pero no a los aficionados en general. Y todas ellas fueron desapareciendo. De hecho todas han desaparecido. Solamente queda El Ojo Crítico. Y con los años empezamos a recibir trabajos que son auténticas tesis doctorales. Bueno, a veces verdaderas tesis doctorales. Hemos publicado algunas. Trabajos de 40, 50, 60 páginas, que lógicamente no se pueden publicar en una revista comercial. No solo porque el contenido sea muy desmitificador, sino por la extensión. Y al final solo quedó el Ojo Crítico. El número 0, publicado en el año 1992, tenía 4 páginas. El último número tiene 150, ¡imagínate! Ha ido creciendo no solo en cantidad sino en la enorme calidad de los trabajos que nos mandan y ya solo por eso merece la pena que siga existiendo. Bueno te diré que Mikel no solo ha colaborado, participa y participará en la revista impresa. Porque además, yo creo que otra de las cosas simpáticas de El Ojo Crítico es que nos negamos a ser  solo una página web y sigue saliendo la edición en papel con gran sufrimiento y gran coste. Pero sigue saliendo la edición impresa. A además Mikel también participó en aquel primer congreso solidario de El Ojo Crítico, que fue cuando yo pude conocerle. Un congreso que organizamos hace muchos años con varios catedráticos universitarios, con un ilusionista, que es algo que se echa mucho en falta en el mundo del misterio, porque es fundamental que haya un ilusionista cerca…

-Bueno y luego además nos une una gran amistad con otra C que yo no sé si sería bueno o malo llevarle a la mesa, porque podría llegar a ser dinamita, que es el amigo Cuevas.

-Bueno el  amigo Cuevas siempre que hace acto de presencia, es para bien. Es verdad que es casi tan insoportable como Bruno Cardeñosa, pero para bien, ja, ja. Para bien porque siempre aprendemos cosas con él, yo más que nadie. Porque reconozco que me pone muchas veces en mi sitio y aunque tienes muchas veces el primer cabreo del momento, normalmente Cuevas como Bruno, siempre tienen razón.

-Siempre digo que David, David Cuevas, es una persona que une ¿eh? Hasta que punto une. Siempre digo que en mi vida, David Cuevas me ha unido a muchas cosas. Una gran virtud y que siempre va por delante. En ese aspecto se parece mucho a ti, en qué vais siempre por delante, dando la cara y con la verdad por delante, o con vuestra verdad por delante, y eso, os hace únicos.

-Por eso solemos tener un ojo un poco más amoratado que el otro, un labio partido y nos falta algún diente, porque nos suelen partir la cara. Pero es verdad que David.., Yo creo que David Cuevas es uno de los valores que no se ha puesto en su justo lugar todavía en el mundo de las anomalías. Porque David, en sí mismo, es una anomalía, porque dice siempre la verdad y no hay nada más políticamente incorrecto que alguien que dice siempre la verdad. O sea, David te dice lo que piensa. El mundo de las anomalías no es una excepción, en el que, como en todos los mundos, hay mucho de vanidad. Y no todo el mundo encaja que alguien le ponga delante del espejo y le saque sus errores o sus miserias. Hay que tener unas buenas agarraderas. Y en ese sentido yo creo que David Cuevas es absolutamente único. Porque, con razón o sin razón, que suele ser con razón, siempre te dice lo que piensa. Pero no todo el mundo, en este campo de las anomalías o del misterio, está dispuesto a encajar la crítica. Y por eso yo creo que David, algún día, tendrá que reconocérsele que es el mejor, entre otras muchas cosas, para mi, y lo he dicho siempre, es el mejor entrevistador del mundo del misterio. Yo no he conocido, con todo el cariño lo digo, ¿eh?, nadie como él. Porque los quiero a todos con locura, pero ni Bruno Cardeñosa, ni Miguel Blanco, ni nadie, le llega a la suela de los zapatos a David Cuevas a la hora de hacer una entrevista. Porque David, no tiene filtros. David pregunta lo que todos queremos saber como oyentes, pero nadie se atreve a preguntar. David es el único que le preguntó a Juan José Benítez por el fraude de Mirlo Rojo, David es el único que le preguntó a la cara a Sixto Paz por lo que cobró en La Máquina de la Verdad cuando salió que mentía. Eso no lo hace nadie. Nadie tiene los huevos de David para hacer estas cosas y yo creo que algún día eso se tendrá que reconocer.

-Claro que sí, desde luego. Yo lo he hablado algunas veces con Mikel, que estás tú, está David, está Bruno a veces también… sois bastante “destroyers” con esto, porque no os importa nada más de que salga la verdad, aunque rompáis sueños, aunque rompáis historias que llevan 20 años dando vueltas por las publicaciones. Pero esto Manuel, a ti, que eres más veterano, no te estoy llamando viejo ni nada, ¿eh? Pero bueno…

- Puede, puede, es la verdad… ¿que le vamos a hacer?

Fragmento extraído de la entrevista realizada a Manuel Carballal 
en el programa radiofónico "Luces en el Horizonte". 
Dirigido y presentado por Luis Martínez Vallés.
29 de Marzo de 2020.

El Ojo Crítico  (EOC) es la única revista técnica sobre anomalías publicada en habla hispana. Editada y distribuida de forma gratuita desde 1992, se ocupa de los aspectos menos amables del mundo del misterio.

Dese 1992, poco a poco, EOC ha ido reuniendo a las firmas más prestigiosas en la investigación crítica de las anomalías, convirtiéndose finalmente en el medio de comunicación más prestigioso e influyente de la comunidad de investigadores hispanoparlantes.  Entre sus colaboradores José A. Caravaca, Óscar Fábrega, D. Pastor Petit, J.J. Montejo, Dr. Antonio Piñero, Dr. Fco. Rubia, Javier Sierra, Beatriz Erlanz, Moisés Garrido, Débora Goldstern, David Cuevas, Dr. Fernando Rueda, J.J. Sánchez-Oro, Chris Aubeck, Lourdes Gómez, Carlos Fenández, Miguel Pedrero, V. Pérez Baeza, Clara Tahoces, Andreas Faber-Kaiser, Jesús Ortega, Mercedes Pullman, Scott Corrales, Diego Zúñiga, Yvan Figueiras, M. Ángel Ruiz y un largo etc. Todos ellos han aportado siempre sus trabajos de forma gratuita, altruista y desinteresada. Haciendo de EOC la única publicación en lengua española dedicada íntegramente a la investigación crítica y escéptica de los llamados fenómenos anómalos.

De hecho, durante estos años, EOC se ha caracterizado por publicar extensas investigaciones y tesis sin límite de páginas y de contenido técnico o desmitificador, que no se publican en ningún otro lugar. Y por resolver falsos misterios y denunciar fraudes. Entre otros: El caso Anne Germain (EOC nº 78), el yeti de Formigal (80), el “OVNI” gallego y otros fraudes virales (63),UMMO (20, 77 y 79),    la abducción de Xavier C. (74), los drones de California (71), el fraude del movimiento “escéptico” (69), la piedras de Ica (68), el “OVNI” de Félix Rodríguez de la Fuente (67), el “gnomo” de Girona (56), el caso Amaury Rivera (4), el caso Ricardo Schiariti (18), los falsos OVNIs nazis (4), el caso Daro (9 y 10), el “astronauta” de Fergana (53), los “diablos” vudú de Haití (22), el caso Stephen Michalak (85/86) y un largo etcétera.

Sin embargo EOC también publica los casos que, una vez severamente investigados, no han conseguido ser explicados satisfactoriamente, como el Informe Nina Kulagina (72), el caso Red Eyes (76), el informe Mónica Nieto (27 y 28), los experimentos de Daryl Bem (87), etc.

En 2005 una fuente directa del proceso de desclasificación OVNI en España escogió a EOC para recibir cientos de documentos oficiales sobre OVNIs no desclasificados. Fruto de esa filtración, que se mantuvo durante años, fue “UFOLEAKS: los documentos secretos del Gobierno español sobre OVNI”. Primer libro autopublicado por El Ojo Crítico, con una documentación militar sobre el fenómeno OVNI que todavía hoy sigue siendo materia reservada…

Puede accederse a gratuitamente a los contenidos de EOC en 

Y consultar los números atrasados en 





lunes, 30 de marzo de 2020

MANUEL CARBALLAL: TRAS LOS DIOSES EN CUZCO


Cuzco es una gran capital, en todos los sentidos. Siempre lo fue. Pocas ciudades del mundo tienen tanta magia y embrujo. La tarjeta de crédito estaba en las últimas y mi viaje también, así que había que aprovechar al máximo los últimos días de mi aventura tras el secreto de los dioses. 

Y ¿qué mejor que la antigua capital de Tahuantinsuyo, el más grande y antiguo imperio desarrollado en el continente americano, que, con una superficie de más de tres millones de kilómetros cuadrados, incluía casi cinco mil kilómetros de costa sobre el océano Pacífico, lo que representa casi el doble de la costa del territorio peruano actual? 

La palabra Tahuantinsuyo proviene de un nombre compuesto por dos vocablos quechuas: tawa, que significa «cuatro», acompañado del sufijo ntin («junto», «conjunto») y suyo, que quiere decir «región o estado». Cuatro regiones o estados reunidos en aquel vasto imperio del año 1200 d.C. que tenían como capital Cuzco. 

Capital arqueológica del Perú, y quizá de toda Latinoamérica, dice la leyenda que fue fundada por Manco Cápac, el primer inca, cuando buscaba el ombligo del mundo; que es lo que significa la voz quechua gosq'o. Pero, pese al mito, existen evidencias arqueológicas de que la zona estuvo poblada antes de la llegada de los incas, que ciertamente extendieron su poder desde aquí por todo el Imperio del Sol. Al menos hasta 1533, en que llegaron los conquistadores españoles. 

Tras su vergonzoso comportamiento con Atahualpa, Francisco Pizarro continuó avanzando hasta la capital del Imperio Inca, donde entró triunfante el 8 de noviembre de 1533. Todavía es un misterio cómo ciento ochenta soldados españoles, con treinta y siete caballos, consiguieron dominar un imperio de siete millones de incas, de los que extinguieron a seis millones. Como los nazis con los judíos. 

Intuyo que, como en tantas ocasiones, la manipulación de las creencias fue un factor determinante. Los españoles supieron sacar partido a las supersticiones indígenas al dejarse ver como dioses. Los departamentos de operaciones psicológicas de la CIA, el Mossad o el CNI no lo habrían hecho mejor. 

En Cuzco hay tantas cosas interesantes para ver que es imposible resumirlas. La oferta turística es enorme; desde todo tipo de deportes de aventura (rafting, senderismo, piragüismo, etc.) hasta la mayor oferta en museos del país: el Inca, el de arte precolombino o el de arte religioso, entre otros. Pero lo que el viajero no puede perderse de ninguna manera es la gran plaza de Armas, antes llamada Aucaypata, donde una placa nos recuerda a los españoles la vergüenza de la conquista. 

Basta darse un paseo por los soportales que la rodean para encontrar estupendas librerías, tiendas de artesanía, y si eres joven, a los relaciones públicas de todas las discotecas y pubs de la ciudad, que te entregarán la publicidad de sus locales para que esa noche vayas a bailar. La música, las risas y el baile de la noche cuzqueña es algo que también recomiendo por experiencia. 

La noche de Cuzco siempre trae sorpresas. A mí, por ejemplo, me ocurrió la increíble casualidad de encontrarme con Sixto Paz, un personaje muy conocido en Perú, con quien había compartido congresos y polémicas en España, en un restaurante de Cuzco. Lo gracioso es que él vive en Lima y yo en España. 

De la plaza de Armas parte también un circuito de iglesias coloniales, además de la catedral, que es mejor visitar a primera hora de la mañana, cuando abren para la celebración de las primeras misas, ya que no se sufre la afluencia de turistas de la tarde. En ese caso, lógicamente, hay que comportarse y respetar la celebración religiosa sin llamar demasiado la atención. 

En la catedral de Cuzco hay cosas interesantísimas, como el templo cristiano más antiguo de la región, y también la imagen más antigua, donde se muestra cómo era el «ombligo del mundo» cuando llegaron los conquistadores. Y si tienes suerte, escucharás el tañido de la segunda campana más grande del mundo. 

En Cuzco hay una gran presencia misionera. La herencia de los conquistadores españoles se ha mantenido en los conventos franciscanos de la plaza de San Francisco y el de la plaza Recoleta; o en la iglesia de mis estimados jesuitas, los últimos en llegar a Cuzco, para establecerse en el antiguo palacio del inca Huayna Cápac, hacia 1576. Pero si hay una orden que controla los antiguos misterios incas en Cuzco son los dominicos. Ellos heredaron el fantástico Koricancha y todos sus secretos. Koricancha significa «recinto de oro» en quechua, y exactamente eso era hasta que llegaron los españoles para «incautarlo» en nombre de la civilización cristiana y europea. 

El templo más rico de Tahuantinsuyo estaba literalmente cubierto de planchas. Más de setecientas placas de oro, de dos kilogramos cada una. Aquí se conservaban los cuerpos momificados de los dirigentes incas, y a la par que lugar de culto, era un observatorio astronómico y un laboratorio científico donde los sacerdotes elaboraban el calendario ritual. Los sólidos bloques con que fue construido nada tienen que envidar a la Gran Pirámide de Keops. Y, además, son una prueba de la pericia arquitectónica de nuestros antiguos, puesto que mientras la iglesia católica que se construyó sobre esos muros incas se vio seriamente afectada por los terremotos que han diezmado las construcciones coloniales en Cuzco, los incas siguen tan sólidos como el primer día. Toda una lección de humildad para los pretenciosos conquistadores europeos y para quienes se burlan de los conocimientos científicos, matemáticos o arquitectónicos de las culturas pre-colombinas. 

Tras la conquista, Juan Pizarro se quedó con el Koricancha, pero tras su muerte, durante la gran batalla de Sacsayhuamán, en 1536, lo cedió en su testamento a los dominicos, que lo custodian desde entonces. La edificación es enorme, y en su interior alberga un pequeño museo que es imprescindible visitar. Aunque sólo sea por ver las muestras de piedra labrada por los antiguos incas, que superan con creces los taladros «extraterrestres» que mis amigos de la AAS querían ver en la meseta de Giza. Si viesen los orificios circulares, cuadrangulares y rectangulares de estos bloques no volverían a hablar de la supuesta supremacía tecnológica de los egipcios. Y eso que aún no hemos llegado a Machu Picchu... 

Hace unos años el Koricancha acaparó la atención de toda la prensa peruana. Un explorador español, Anselm Pi, consiguió revolucionar a la comunidad arqueológica nacional con sus excavaciones en los túneles subterráneos que surcan las entrañas del Koricancha, llenos de leyendas sobre tesoros escondidos, legados de civilizaciones desaparecidas, etc. 

Las excavaciones de Anselm Pi tuvieron un gran eco incluso en las publicaciones especializadas españolas, y todos creímos estar poco menos que ante una nueva tumba de Tutankamon. Desgraciadamente, el 25 de agosto de 2003 la prensa peruana anunciaba la clausura de todas las investigaciones de Pi exigiéndole la entrega de una carta-fianza por seis mil dólares al INC peruano por haber «alterado la infraestructura» del templo. Un triste final para un sueño que comenzó, en 1982, lleno de esperanzas, y que fue compartido por amigos comunes muy queridos. 

En los alrededores de Cuzco también hay muchos lugares imprescindibles, y antes de continuar viaje hacia el Valle Sagrado, donde terminaría mi búsqueda, visitamos el fastuoso templo de Viracocha, y el Fuerte Rojo de Pucara. También el pequeño «volcán» de Aguas de San Pablo, el «baño del Inca» de Tambomachay y el santuario de Quenko... Toda la zona está llena de restos arqueológicos, pero por encima de todos destaca la espectacular fortaleza de Sacsayhuamán. 

Sacsayhuamán significa «halcón satisfecho» en quechua. Y si las construcciones faraónicas pueden impresionar al viajero, hay que ver estas murallas para saber lo que es bueno. Inmensos bloques de hasta trescientas toneladas de peso, que dejan en ridículo los volúmenes de la Gran Pirámide. Ensamblados de forma inverosímil e incomprensible. Lo más cómodo, sin duda, habría sido crear bloques cúbicos o rectangulares, y de menor tamaño para hacerlos más manejables. Sin embargo, los constructores de Sacsayhuamán se empeñaron en realizar gigantescos mamotretos, con formas irregulares, que sin embargo encajan entre sí como las piezas de un colosal puzle. El peso de los años (y esto es un juego de palabras intencionado) ha terminado por asentar y encajar los bloques, de tal forma que ahora es imposible introducir ni la hoja de una navaja. Lo digo por experiencia. Y lo más extraordinario es que lo que vemos ahora es sólo el 20 por ciento de lo que fue Sacsayhuamán, ya que durante todos estos siglos sus murallas fueron utilizadas como cantera para construir casas, iglesias y monumentos por todo Cuzco. 

Por supuesto, yo había visto fotos y documentales sobre Sacsayhuamán en muchas ocasiones. Pero las descripciones que hacían los cronistas o los escritores no le hacen justicia, como tampoco yo se la hago. No es lo mismo leer que la construcción Sacsayhuamán es un misterio que llegar hasta sus colosales murallas resoplando por el cansancio que supone el mínimo esfuerzo en estas altitudes, mascando coca como un poseso para poder trepar a cualquier risco desde el que hacer la mejor foto... Y a continuación imaginar a los antiguos incas empujando esas piedras de hasta trescientas toneladas... 

No, evidentemente hay que llegar hasta Sacsayhuamán, sufriendo el mal de altura, para valorar en su justa medida esta auténtica obra faraónica de los antiguos incas. Y si se puede escoger fecha, sugiero visitar Sacsayhuamán un 24 de junio, festividad del Inti Raymi. De esta forma, además de admirarse de la majestuosidad de esta colosal obra de ingeniería, se podrá asistir a una de las celebraciones más coloristas, vivas y alegres de la tradición inca, que nada tiene que envidiar a los luminosos festivales de Jaypur. 

Aun así, en medio de los bailes y procesiones, en medio de la música y los trajes tradicionales, resulta difícil abstraerse del misterio que suponen esas murallas.



domingo, 29 de marzo de 2020

EL HOMBRE DE HIELO DE BOLZANO MURIÓ EN UN RITUAL



Hace 5.300 años, en el período Neolítico, entre los Alpes y el Valle de Ortz, Europa, Murió. En el año 1991 dos alpinistas descubrieron al "hombre de los hielos", que reposa desde 1998 en el Museo Arqueológico del Tirol, en Bolzano, Italia. 

Ahora el arqueólogo Johan Reinhard asegura en la edición de febrero de la revista National Geographic que "Oetzi" —como bautizaron a la momia en Bolzano —murió en un "sacrificio ritual" ofrecido a los dioses de las montañas.

El "hombre de los hielos" tenía una flecha clavada en la espalda. Llevaba un hacha en el cinto, flechas en el carcaj y un sombrero de piel de oso. Había estado construyendo un arco de madera de pino, que no logró terminar. En 1991 lo encontraron tendido en una angosta zanja llena de hielo y barro. Era una momia de la Edad de Bronce, que conservaba el pelo completo y los tejidos húmedos. 

El año pasado, los científicos descubrieron que "Oetzi" murió cuando una flecha con punta de piedra lo hirió en la espalda, desmintiendo así la idea de un posible cazador perdido y congelado en un paso montañoso. Ahora el arqueólogo Reinhard cree que "Oetzi" no fue un cazador, sino una presa. La víctima de un asesinato ritual ofrecido a los dioses que, según la religión de esos tiempos, vivían en las grutas de los Alpes a 3.000 metros de altura.

"El sitio donde lo encontraron no es una zanja sino un lugar sagrado, este paisaje tenía importancia ritual", dice Reinhard Estudiando las evidencias, Reinhard notó que el "hombre de los hielos" había dejado todas sus cosas cuidadosamente dispuestas sobre una saliente de la montaña. Sólo 2 de sus 14 flechas estaban terminadas, no le servían para defenderse. Nadie robó su hacha de bronce —una herramienta de gran valor para la época— que estaba enterrada junto a él. Además usaba un calzado hecho de hierbas y cuerda de cáñamo, totalmente inadecuado para la montaña. La teoría de Reinhard ya causa polémicas. 

El antropólogo austríaco Horst Seidler, miembro de la Universidad de Viena y director del comité científico que investiga a "Oetzi", no cree que haya evidencia alguna sobre el supuesto asesinato ritual. "En realidad, no tenemos la menor idea de por qué lo mataron", admite Seidler.

Seidler opina que Reinhard repite ahora su teoría del sacrificio ritual porque está influenciado por sus propios descubrimientos anteriores en Sudamérica. Recientemente, Reinhard encontró en la Cordillera de los Andes varias momias de niños sacrificados por los Incas. 

Pero Reinhard asegura que las evidencias están de su lado. Montaña abajo había sitios más favorables para un asesinato común. Las hojas que se encontraron junto a "Oetzi" indicarían que su muerte fue al final de la primavera o comienzos del verano, no iba a congelarse rápido. El polvo que tenía entre sus ropas indica que alguien lo enterró bajo una capa de tierra y piedras, para que se secara y momificara naturalmente, antes de que los glaciares alpinos lo cubrieran en el invierno. Reinhard destacó que hace más de 2.000 años los antiguos Celtas mataban a flechazos. La caña de la flecha no está en el cuerpo, es improbable que "Oetzi" pudiera arrancársela él mismo. Tenía entre 45 y 50 años, medía 1,65 metros de altura, pesaba 40 kilos y usaba utensilios de cobre, un signo de alto nivel social. 

Según Reinhard, "era un artesano del cobre que sacaba el metal de la montaña". Las montañas eran "la fuente del rayo" y una flecha era también algo parecido a un rayo, según los rituales religiosos. Pero el antropólogo Seidler cree que es mejor esperar a tener más evidencias. Un patólogo examinará a "Oetzi", que está congelado a seis grados bajo cero y con 98 por ciento de humedad en el museo de Bolzano.

Seidler opina que los estudios científicos permitirían saber si "Oetzi" murió por pérdidas de sangre; si su costado izquierdo se paralizó por el daño causado por la flecha, y si podría haber huido de sus enemigos hasta morir a la intemperie en la cumbre de la montaña.

"En realidad, no sabemos si este hombre murió horas o días después de haber sido herido por la flecha", dice Seidler. Y agrega: "lo único seguro es que llegó a ese paso de montaña, se acostó sobre un costado de su cuerpo para dormir o para tratar de recuperarse. Y en esa posición, murió congelado".






sábado, 28 de marzo de 2020

VAMPIROS URBANOS


El oficial de Interpol Juan Prieto dijo al periódico El Espectador que estaba preocupado por el aumento del número de vampiros. El Sr. Prieto dijo que los vampiros podrían ser responsables de varios asesinatos sin resolver en Bogotá agregando: 

"Pero tenemos problemas para demostrarlo."

Sombras de lo que parecen ser abrigos largos bajan presurosas por las adoquinadas calles de La Candelaria. La escasa luz de los faroles permite advertir la presencia de 15 o 20 jóvenes, entre hombres y mujeres, que aparentemente buscan algún establecimiento del centro de Bogotá para pasar parte de la noche. Su palidez sepulcral llama la atención de los visitantes del Chorro de Quevedo, que interrumpen su charla o su café para ver pasar a los vampiros.

Al llegar a la Avenida Jiménez con carrera 4, el grupo se detiene un momento junto al espejo de agua del eje ambiental y allí comparte el primer sorbo de sangre humana combinada con brandy. Entonces se da inicio a una frenética noche más de estos estrafalarios seres de la noche en la capital de la República. El líquido, envasado en una pequeña botella plateada, fue obtenido por uno de los vampiros en un centro de salud de Bogotá. A cambio de algunos miles de pesos, ya tienen los nexos necesarios para proveerse de su alimento a través de manos inescrupulosas de empleados que sustraen las bolsas de sangre para consolidar un negocio macabro y clandestino. Con la complicidad del sonido estridente del rock pesado que se oye en diversos locales, especialmente del centro de Bogotá, los vampiros saben que la compra ilícita a esos empleados es la manera más fácil de obtener la sangre. Sin embargo, cuando el dinero no es suficiente, acuden a comprar sangre de animales en los mataderos capitalinos, como cualquier mortal.

Pero no siempre es así. En ocasiones amenazan de muerte a los desprevenidos transeúntes, quienes atemorizados no tienen más opción que ofrecer su cuello y su muñeca (la izquierda), a los insólitos atacantes para que se sirvan de sangre en su estado natural. Basta con un leve corte de objeto cortopunzante para que el vital líquido fluya y sacie, de momento, el hambre de estos personajes. La ausencia total de denuncias ante las autoridades refleja el miedo de las víctimas, que prefieren callar a ser tomadas por personas en trance de locura.

Cuando los vampiros urbanos van a tomar sangre, al igual que sus homólogos de antaño, siempre buscan la yugular y dejan una pequeña marca. Saben cómo sacarla con cuidado para que la herida no sea grave y la persona no muera. Una misma víctima puede ser compartida entre varios atacantes, siempre y cuando el líder —el más antiguo del grupo— lo haga primero.

Los vampiros deben recorrer varios lugares de la capital para conseguir la sangre. Siempre buscan a jóvenes incautos que se dejen persuadir por la magia de un envolvente discurso, que dicen manejar a la perfección. Con la oscuridad de la noche como cómplice, los vampiros se hacen visibles en establecimientos frecuentados por jóvenes.

Si logran convencer de su objetivo a sus víctimas, se trasladan a lugares íntimos donde se alimentan con tranquilidad. A la mañana siguiente la víctima pierde el recuerdo del ataque con el primer asomo de la luz del sol. No obstante, existe un problema jurídico, amparado en la libertad de cultos, que impide a las autoridades poner tras las rejas a las personas que declaran sin pena ser amantes de la sangre o adoradores del demonio.

Juan Prieto, oficial de inteligencia de la Interpol, dice que el vampirismo o las sectas satánicas no son considerados como ilegales, a menos que transgredan la ley. Prieto reconoce que es posible que los vampiros ataquen a las personas, incluso dice que es posible que muchos casos de homicidio estén asociados a estas prácticas macabras. "No obstante, lo complicado es comprobarlo", dice.

En el mundo de los "no humanos", como suelen llamarse los vampiros, la sangre es el principio vital. Ya sea humana o de animal, aseguran que entre más la beben, más se incrementa su energía vital, que incluso les permite llevar una vida común y corriente a la luz del día, cuando se supone que los vampiros duermen en sus féretros.

Los vampiros forman parte de una nueva cultura urbana, organizada a manera de tribu, en la que grupos de jóvenes de hasta 30 integrantes se unen en torno a convicciones y actitudes dirigidas a la adquisición de poder. Para ellos, el poder se obtiene por medio de la constante ingestión de sangre —preferiblemente humana— y del cumplimiento de normas y códigos de conducta específicos, copiados —no cabe duda— de la literatura, el cine y la televisión. La obsesión es tal que, cuando se les imposibilita conseguir su alimento vital, cortan sus propios brazos para obtenerlo.

A los ojos de los demás llevan una vida tranquila, pero la hiperactividad y la ausencia casi total de sueño que intentan demostrar los delatan. En un principio se pensó que se trataba de alguno de los 250 grupos satánicos que, según el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), operan en el país. Sin embargo, en un reciente estudio realizado por dos antropólogos especializados en cultura de adolescentes, se descubrió que algunos jóvenes optaron por dejar atrás el satanismo para convertirse en vampiros y justificar su desmedida adicción por la sangre. Ellos detectaron cerca de 50 grupos en Bogotá, tal vez son más. 

Drácula y Nosferatu 

Ahora el escenario cambió y se trasladó a las calles de los barrios de La Candelaria, Puente Aranda, Barrios Unidos y Kennedy, donde a veces se les ve pasar con sus vestiduras góticas y su inconfundible palidez, rumbo a un evento hasta ahora desconocido para la gran mayoría en Bogotá. Con la misma magia de los personajes originales, los grupos de vampiros capitalinos aparecen y desaparecen en su búsqueda de sangre. Ellos están convencidos de pertenecer a una raza particular, diferente a la humana, pero que crece en medio de ella.

El color de sus rostros se oculta tras varias capas de base blanca, labial y delineadores negros con los que se maquillan antes de salir a las oscuras calles de la capital. Los ojos y los labios resaltados, y las facciones disimuladas de su máscara, no siempre coinciden con las versiones modernas del género. Aun así dan la impresión de ser seres solitarios que le temen a la cruz y al agua bendita. Dicen actuar por instinto, que pueden ver en la oscuridad, que no comen ni beben y que son más fuertes que los humanos Aunque no siempre están conscientes de su verdadera naturaleza, al alcanzarla pretenden incrementar su supuesto poder personal con el apoyo de los miembros de su grupo. Creen en la existencia de Dios y del demonio, pero sus propósitos de vida están más relacionados con metas personales.

Para los expertos en este nuevo fenómeno, en el ámbito individual, ciertos satánicos dicen convertirse en vampiros cuando experimentan por primera vez el sabor de la sangre. "Esto les permite reconocer su verdadera naturaleza, porque adquieren poderes sobrehumanos", afirma el antropólogo Miguel Álvarez-Correa, uno de los autores del libro Mundos de la noche. Vampiros, satánicos y entidades, que entró en circulación hace pocos días y que pone en evidencia una nueva realidad practicada por los jóvenes capitalinos.

Poderes de seducción 

Álvarez-Correa manifiesta que durante tres años se encontró con cerca de 100 vampiros. Ellos le contaron que como Drácula o Nosferatu tienen poderes de seducción sobre el sexo opuesto. La magia de la noche les brinda la posibilidad de adivinar el futuro, e incluso de hacerse invisibles a voluntad. No obstante, aseguran que aunque la luz del día llega a mermar su capacidad, se pueden mezclar con los humanos sin llamar la atención, y desenvolverse en labores normales durante las horas de la mañana.

La forma de vida que eligen llevar hace que los vampiros cuiden de su apariencia optando por una vestimenta de carácter informal, con la que pretenden dar muestra de buena presentación. Llevan consigo accesorios tribales y tatuajes alusivos al vampirismo, que sólo conocen los miembros de su grupo o sus ocasionales víctimas, a las que dicen convencer con sus poderes de seducción. La ciencia considera el consumo de sangre humana (hematofagia) como una enfermedad mental que surge a raíz de la búsqueda de una identidad —con o sin el apoyo de drogas—, o la expresión de convicciones socioculturales erradas. Los expertos anotan que hasta la fecha no se sabe de ningún componente de la sangre humana que genere adicción o dependencia. 

Para Álvarez-Correa, cualquier comportamiento que se desarrolle en ese sentido es producto de desórdenes psicológicos. Sin embargo, la desesperada búsqueda de respuestas y de nuevas expectativas de vida se convirtió en uno de los motivos que están impulsando a los jóvenes —entre los 12 y los 30 años— a ingresar a esta clase de asociaciones. Así las cosas, el satanismo y el vampirismo nacen de unas mismas inquietudes existenciales y surgen de grupos socioeconómicos bajos y medios, que están inmersos en una cultura alejada de los valores morales. La dificultad de determinar cuándo se está frente a uno de estos seres de la noche está en su modus operandi que, a la luz del estudio realizado, no busca reclutar a más personas y raramente recurre a la brujería o a los ritos predecibles de los satánicos. 

De hecho, los vampiros tienen una vida parecida a las demás personas, que sólo cambia cuando las ganas de beber sangre pueden más que la normalidad. O, como ellos mismos dicen:

"No pretendemos convencer a los demás para que estén con nosotros, sino compartir lugares y experiencias que nos permitan recrear los elementos propios del vampirismo. Lo único bueno es que esto ya está cogiendo auge". 






MANUEL CARBALLAL PUBLICA LA PRIMERA BIOGRAFIA DE CARLOS CASTANEDA



El pasado 27 de abril se cumplieron 20 años de su muerte, sin embargo el eco de su obra sigue vivo en el cine, la música, la TV y la literatura del siglo XXI. Nuestro compañero Manuel Carballal acaba de publicar la primera biografía completa de Carlos Castaneda. De su libro extractamos un resumen de la brutal influencia que dejó en la cultura. Aunque no lo sabes, muchas de las frases que usas, y las cosas que crees saber, se deben a la obra de Carlos Castaneda.

Parafraseando a Winston Churchill, Carlos Castaneda era “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Hasta ahora. Pero, nos guste o no, dejó su huella en la historia. Nadie la borrará.

En marzo de 1968, hace ahora 50 años, el departamento de publicaciones de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), editó su primer libro: “Las enseñanzas de Don Juan: Una forma yaqui de conocimiento”. Castaneda, la Providencia o quizás “el intento” escogieron el lugar y el momento oportuno para publicar “Las enseñanzas de Don Juan”. En 1968 la sociedad norteamericana se polarizaba a favor y en contra de la guerra de Vietnam. Martin Luther King era asesinado en Memphis y los cines estrenaban clásicos como “El planeta de los Simios”, “2001, una odisea espacial” y “La semilla del diablo”. Es la América de la contracultura. De los hippies, la marihuana y el LSD. Durante los años 50 la sociedad norteamericana descubrió las drogas.

En 1953 el ya entonces famoso Aldous Huxley lee un artículo sobre el tratamiento de la esquizofrenia con mescalina y contacta con uno de los autores: el Dr. Humphry Osmond. Decide experimentar por si mismo y, entre 1953 y 1963 realizó varios experimentos con mescalina, LSD y psilocibina. Sus libros “Las puertas de la percepción” (1954) y “Cielo e infierno” (1956) se convirtieron en clásicos.

El 13 de mayo de 1957 la revista Life, de gran difusión en EEUU, publicó un artículo del Dr. Robert Wasson sobre el uso de hongos psilocybe en las ceremonias religiosas de los mazatecas mexicanos. Y con los testimonios de Huxley y Wasson, llegó Timothy Leary, el mayor entusiasta del uso del LSD, y su mayor difusor. Leary se convirtió en un personaje mediático, e hizo una gira por diferentes universidades americanas defendiendo las virtudes místicas de esta droga, llegando a fundar, a mediados de los sesenta, y tras acaloradas polémicas, la Liga para el Descubrimiento Espiritual. Fueron los años de eclosión.

Los jóvenes norteamericanos estaban entusiasmados con aquella via rápida de acceso a la divinidad. Un tripi, y la experiencia mística estaba garantizada. Pero no existen atajos hacia Dios. Todos sacaban tajada. Huxley cita, en una carta a Osmond de 1960, incluso a dos psiquiatras de Beverly Hills, que hacían terapia de LSD a 100 dólares la sesión. El célebre médico y parapsicólogo Andrija Puharich también se subió al carro. Su libro “The Sacred Mushroom” (1959) explora las experiencias paranormales con drogas chamánicas, pero también informó a la CIA de las aplicaciones de dichas drogas en el ámbito militar, y un nuevo jugador entró en el tablero… Los experimentos de la CIA con LSD, y los programas de guerra psicológica en los años 50 y 60 merecerían un estudio aparte. Pero lo importante es que cuanto más avanzaba el estudio científico del LSD, más riesgos detectaban los médicos en su consumo indiscriminado.

En 1967 la revista Science publicaba el primer estudio genético que demostraba que el consumo de LSD causaba daños cromosómicos. En 1968 el presidente Lyndon Johnson, en su comparecencia ante el Congreso, prometió endurecer aún más la ley contra el consumo de “LSD y otras sustancias peligrosas”. Ese mismo año eran ilegalizadas en muchos estados.

Pero los jóvenes norteamericanos ya habían descubierto en las drogas el atajo hacia Dios… ¿Cómo iban a renunciar ahora? Y entonces llegó Carlos Castaneda. El joven antropólogo, avalado por la prestigiosa universidad de UCLA, se sacó de la manga una alternativa. Una serie de plantas mágicas y naturales, que podían ofrecer experiencias místicas tan o más intensas que el LSD.

Era una apuesta segura. Como recuerda la segunda de sus cuatro esposas -Margaret Runyan Castaneda-, el primer libro es una versión ampliada de un trabajo de clase. Una redacción larga, realizada a petición de su profesor de Etnografía de California, Clement Meighan: “Meighan pidió en su clase un trabajo trimestral, asegurando un sobresaliente a todos los que se entrevistaran con un indígena, y es que, por muy mal que estuviese hecho el trabajo, el salir a la calle en busca de informadores vivos era una molestia digna de recompensarse con una buena nota”.

En el trabajo original no se cita el nombre de don Juan, ni mucho menos el apellido Matus. El informador no es identificado, pero la redacción de Castaneda entusiasmó al profesor Meighan. “De toda una clase de casi 60 alumnos, Meighan obtuvo tres trabajos en los cuales se había intentado entrevistar a un informador. Uno de los alumnos encontró a un indígena en el campus a través de un programa de becas étnicas (…). Otro vivía en un rancho en Fresno y le hizo a un amigo unas cuantas preguntas de rutina acerca de la forma de vida de los indígenas. Sólo Carlos salió fuera en busca de un informador…”.

Aquel sencillo trabajo de clase de etnografía, que entusiasmó al profesor Meighan, sería ampliado y enriquecido posteriormente, y terminaría convirtiéndose en un libro publicado por la editorial de UCLA primero, y un best seller internacional después, de la mano de Silver & Schuster, su sello comercial durante décadas. Con él vendió más de 27 millones de ejemplares de sus libros, en 17 idiomas. Inspiró miles de ensayos, tesis doctorales y artículos, series de televisión, películas, documentales, cómics, novelas, operas, canciones, cuadros y esculturas, poemas… Sí, sin duda Castaneda dejó su impronta en la historia. Y digamos lo que digamos de él, permanecerá para siempre. Trascendió el status de simple escritor para convertirse en mito. E incluso, para cientos de miles de personas en todo el mundo, quizás millones, todavía hoy es un guía espiritual. El fundador de un nuevo sistema de pensamiento, de una religión: el neo-nagualismo tolteca: el camino del guerrero.

Porque lo que comenzó como un simple trabajo en la clase de antropología de la Universidad de California en los Ángeles (UCLA), después ampliado y editado en formato de libro, terminó, trece títulos después, convertido en una nueva revelación mística.






jueves, 19 de marzo de 2020

BUSCANDO A DIOSES Y DEMONIOS EN HAITÍ


Con frecuencia, escoger destino para un viaje es tan difícil como escoger una casa nueva, cambiar de coche o decidir qué corbata combina mejor con tu camisa favorita para esa impórtante entrevista de trabajo que puede condicionar tu futuro. 

Yo escogí Haití. Haití es un lugar único en el mundo. No se parece a nada. Ni al África que originó su cultura, ni a la América que la acoge. Ni siquiera se parece a la República Dominicana, el otro país con el que comparte la isla caribeña de La Española, el primer asentamiento español fundado por Cristóbal Colón en su errado viaje hacia las Indias.

He leído mil veces, en una descripción tan poética como incierta, que Haití es como un pedazo de África en medio del Caribe. Pero no es así. Al menos no el África que yo vi. Haití es mucho más duro, cruel, pobre y fascinante que ninguna región africana que yo conozca.

En Haití la analfabetización, las sequías, las hambrunas, la pobreza y la enfermedad no son un fenómeno excepcional que demande un apoyo puntual y urgente de las organizaciones humanitarias. Son la norma de vida. Como lo es la maravillosa y colorista pintura naif, o sus excepcionales percusionistas, o sus desgarradores literatos o, por encima de todo, rodeando toda expresión cultural, social y espiritual, sus sacerdotes vudús. Tiempo tendré de argumentar por qué, pero no comparto la opinión de otros viajeros, aventureros, exploradores o estudiosos de las religiones de que el vudú haitiano es una transpolación cultural de los cultos animistas y la brujería originaria de Nigeria, Benin y otros países africanos. Opino que, aunque ése es su innegable origen histórico, el sincretismo que se vivió en el Caribe terminó por conferir al vudú haitiano unos rasgos de identidad, una liturgia, unos dogmas y un cuerpo teológico y fenomenológico propios. Únicos. Por eso, a partir de ahora, cuando me refiera al vudú, me referiré exclusivamente a la religión afroamericana que sólo se encuentra en ese pequeño, desangelado y peligroso país del Caribe. En mi humilde opinión no existe otro vudú más que éste. Las religiones animistas africanas son eso, religiones animistas, pero el vudú es algo más complejo, híbrido y bastardo que todo eso.

Cuando mi avión hacía la maniobra de aproximación rumbo al aero-puerto internacional de Puerto Plata pude contemplar una perfecta vista aérea de La Española. No hace falta ser geógrafo para diferenciar perfectamente los dos tercios verdes, tropicales, de nutrida vegetación, que pertenecen a la República Dominicana, y el tercio restante árido, deforestado, marrón, que es Haití. Dicen que la cara es el espejo del alma. Pues creo que la estampa aérea de Haití refleja mucho de su espíritu.

Dos mil años antes que Colón, oleadas de indios taínos, provenientes de las cuencas del Orinoco y la actual Venezuela, arribaron a Haití y a las islas que rodean La Española: Cuba al oeste, Jamaica al suroeste y Puerto Rico y las Antillas al este. Llegaron utilizando unas enormes canoas, de hasta veinticinco metros de eslora, que podían transportar hasta cincuenta pasajeros. Huían de otras tribus hostiles del continente, y en las islas volcánicas del Caribe establecieron una nueva civilización pacífica.

Vivían en una sociedad comunitaria estructurada en torno a extensas familias agrupadas en asentamientos de unas mil personas, normalmente cerca de los ríos o el mar. No eran salvajes, ni primitivos. Un estudio filológico de la lengua taína nos permite conocer algo más de su pensamiento. Por ejemplo, la voz taína para decir pulgar significaba literalmente «padre de los dedos»; esposa, «mi corazón»; terremoto, «la olla está hirviendo»; pulso, «alma de la mano»; yerno, «el que me da nietos»; y, por supuesto, el término arco iris se traducía en taíno diciendo «el penacho de Dios». Lógico, ¿verdad?

Tenían además un elaborado sistema de creencias presidido por una «santa trinidad» compuesta de una figura masculina asociada a los volcanes y la tapioca; una figura femenina relacionada con la fertilidad, la luna y el mar; y una deidad canina cuya función era cuidar a los recién fallecidos. Una especie de Anubis taíno. Además, rendían culto a las fuerzas de la naturaleza y a los espíritus de los antepasados. Como en África, como en Asia. Tales divinidades eran simbolizadas por zemis, una especie de fetiches hechos con restos de los difuntos, entre otros elementos, que yo creo haber identificado como la influencia primigenia de uno de los elementos del moderno polvo zombi...

Colón había partido del puerto de Palos el 14 de agosto de 1492, y tras una escala en las islas Canarias se adentró en el mar desconocido en busca de una ruta hacia las Indias. Tras una angustiosa travesía, llena de incertidumbres, Colón llegó a las islas del Caribe en octubre de 1492, y allí se encontró con los indios taínos, que llamamos «indios» porque Colón creía haber llegado a las Indias. El célebre navegante escribió de ellos «no hay en el mundo gente mejor», ya que los taínos recibieron a los españoles con los brazos abiertos. Y cuando ayudaban a los marinos, agotados por la travesía, a establecer un campamento, Colón se asombró de la honestidad de los indios «que no robaron ni un punto de encaje». Sin embargo, Colón no era un evangelizador, ni un solidario cooperante, sino un conquistador motivado por la ambición, y en su diario también escribió: «Todos los habitantes podrían ser llevados a Castilla, o hechos esclavos en la isla... Con cincuenta hombres podemos subyugarles y hacer de ellos lo que queramos». Ya lo dijo Abraham Lincoln: «Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son».

Aquellos «dioses» blancos llegados de más allá del mar no se diferenciaban tanto de otros «dioses» descritos en otras tradiciones: crueles, egoístas y muy humanos. Y yo pienso que no debemos perder la perspectiva de la historia. A mí no me importa que se trate de un «navegante de la mar océana», de un faraón constructor de pirámides, o de unos poderosos pilotos de vimanas... Cualquier ser divinizado que fomenta o consiente la esclavitud es vergonzosamente humano. Ningún dios que yo imagine puede aceptar que un hombre, o una mujer, esté por encima de otro, por muchas pirámides, catedrales o templos imposibles que pueda construir. Esos «dioses» no tienen sitio en mi religión.

Tres objetivos encabezaban mi lista de misterios pendientes al aterrizar en el aeropuerto internacional de Puerto Plata, en la República Dominicana: vudú, zombis y «diableros». Y si volaba a Dominicana es porque apenas existen conexiones internacionales que lleguen directamente a Puerto Príncipe, ya que Haití tiene muy poca actividad económica internacional, y menos aún turística, en comparación con el otro país con el que comparte la isla. Así que, en lugar de gastarme un dineral en combinaciones de vuelos por medio mundo (mis ahorros empezaban a escasear), tiré de la tarjeta de crédito para abonar el billete hasta Dominicana y a partir de allí seguiría por carretera hasta el país del vudú. Resulta mucho más económico.

Tomé tierra en Dominicana exactamente a las 21.45 Y al entrar en la terminal para recoger mi equipaje, observé un detalle curioso: dos «nativos» se hacían fotos con todos los extranjeros que entrábamos en el país, por lo menos en aquel vuelo. Supuse que, a la salida del aeropuerto, alguien nos ofrecería el primer souvenir de la isla. Pero no fue así. Así que pensé que era una forma barata, cutre pero efectiva, de fichar a todo el que entra en el país. Entre la «ficha», la búsqueda de mi maleta y los trámites de frontera, se me hizo casi medianoche. Así que me alojé en el Bayside Hill Hotel de Puerto Plata para pasar la noche y poner en orden mis ideas. Cuanto más lo pensaba, más absurda parecía mi elección de Haití como próximo destino. Es cierto que el vudú, como cualquier otra forma de sincretismo religioso, ofrece unas perspectivas interesantísimas para un estudioso de las creencias. Pero parecía mucho menos peligroso centrarse en el estudio de otras formas de sincretismo afroamericano, como la santería cubana o el candomblé brasileño. No obstante, el vudú haitiano ofrecía elementos que no se dan en ninguna otra forma de sincretismo caribeño. Y además, existe mucha menos bibliografía sobre el vudú haitiano que sobre ningún otro tipo de culto mágico en el Caribe, al menos trabajos de campo y no absurdas especulaciones esotéricas. Pero las crónicas de viajeros y aventureros españoles que se habían aventurado en Haití me parecían tan seductoras, que llamaron mi atención, pese a que todos alertaban sobre lo peligroso del país. Y la historia ha venido a darles la razón. No olvidemos que el último reportero español asesinado en el mundo murió en Haití: Ricardo Ortega.

Lo que acabó de decidirme para gastarme el dinero en viajar allí en busca del secreto de los dioses fue un testimonio insólito que había escuchado por radio mucho tiempo atrás. Miguel Blanco, un conocido periodista y viajero español, a quien en aquel momento no conocía, realizaba una conexión desde Puerto Príncipe con el programa de radio que dirigía en Madrid. Su crónica del viaje me dejó totalmente fascinado, pegando la oreja al receptor de radio, como si me fuese la vida en ello. Blanco no sólo describía extraordinarios rituales de vudú, no sólo relataba cómo se vivía en aquel remoto país el misterio de los muertos vivientes, sino que (y esto es lo más extraordinario) aseguraba haber visto con sus propios ojos a uno de los «dioses» a los que yo buscaba desesperadamente.

Blanco decía que en Haití, el país con los brujos y hechiceros más poderos y temidos del mundo, era posible asistir a rituales de magia negra, en los que no sólo se podía presenciar un ritual más o menos folclórico, sino que las fuerzas de la naturaleza, que consideramos «mitos», como los ángeles o los demonios, se materializaban de forma concreta, visible y casi palpable. Lo sé. Suena increíble. Yo pensé lo mismo. Pero Miguel Blanco es un tipo que inspira confianza. Creo que todos sus oyentes anónimos pensábamos lo mismo. Cuando, por fin, pude conocerlo personalmente y pedirle que me repitiese la historia mirándome a los ojos, concluí que no me estaba mintiendo. Había algo en su mirada que me inspiraba credibilidad. El había vivido ese excepcional ritual de vudú en el que había presenciado cosas que no podía explicar.

Tomé nota de todos los detalles de su testimonio; la descripción que hacía del lugar donde se efectuó la ceremonia, del bokor (brujo vudú) que la ofició, del proceso de cánticos y letanías que precedieron a la materialización de un mito, etc. Una historia tan fascinante como increíble. Incluso viniendo de un testigo creíble con quien terminaría sellando una amistad blindada. Meses después ocurrió lo imposible: surgió un segundo testimonio. Otro español, esta vez Santiago M., un respetable topógrafo catalán, que se había desplazado hasta Puerto Príncipe desde Barcelona, afirmaba haber presenciado el mismo fenómeno que Miguel Blanco, confirmando hasta el último detalle por inconcebible que fuese. Esto fue lo que acabó de decidirme a incluir los «diableros» haitianos en mi lista de misterios pendientes. Y había llegado el momento de dirigirme a ese amargo país en busca de sus dioses... y sus demonios.



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